viernes, 29 de noviembre de 2013

Siempre llevaré un troncha cadenas: El Monte de El Pardo

Ruta por el monte de El Pardo
Siempre llevaré un troncha cadenas cuando haga una ruta larga. Esto deberíamos haber copiado 100 veces cada uno el sábado 23 de noviembre. Pero ya llegaremos a ello, no adelantemos acontecimientos.

Los entrenamientos en la Casa de Campo empezaban a resultar monótonos así que decidimos buscar nuevas rutas. Y he aquí que me encontré con el Monte de El Pardo. Una zona boscosa de unas 16.000 hectáreas  al norte  de Madrid y a un paso de la estación de Pitis. El Manzanares cruza el bosque creando un paraje  muy bello en el que puedes encontrar múltiples rutas de diversa dificultad. Nosotros elegimos una moderada, aunque creo que no la seguimos bien. 

El embalse de El Pardo era el objetivo de nuestra ruta. El primer inconveniente, pequeño, pero un poco molesto es que parte del bosque está  vallado para la protección de aves, por lo que tuvimos que desviarnos por la Carretera del Pardo durante 1km más o menos. Una vez atraviesas una "puerta" blanca podemos dar por empezada la ruta. 

Comenzamos con un descenso suave pero prolongado, en ocasiones nos tuvimos que bajar de la bici ya que las pendientes se convertían en unas trialeras y decidimos no arriesgar. El sube y baja es constante durante todo el recorrido. Una vez alcanzada la presa, comenzamos la vuelta por unos senderos estrechos al lado del río, sin duda, la mejor parte y más divertida en mi opinión. La dificultad es bastante menor ya que no hay rompe piernas y se disfruta de la bici y de la naturaleza.

Tras la parada para comer en El Pardo continuamos la vuelta por caminos más amplios hacia Madrid. Hacia el final, una vez  pasado el complejo deportivo hockey Somontes vuelven a aparecer varias subidas más duras hasta que vuelves a encontrarte con el muro del comienzo. Tuvimos suerte porque encontramos una apertura más o menos rápido, pero no sé si habrá muchas repartidas por el muro, no me dio esa sensación pero no puedo asegurarlo. Así llegamos a  Fuentelarreina desde donde bajamos a ciudad universitaria y desde allí cada mochuelo a su olivo.

Ahora viene lo divertido, ahora contaré todos los percances (buscados y no buscados) que nos pasaron durante nuestra ruta por El monte de El Pardo.

Comenzamos la ruta con espíritu aventurero pero al poco de pasar por debajo de las vías del tren, mi cadena dio el primer aviso de todo lo que vendría a continuación. Este primer percance me hizo pensar que tendría que abandonar nada más empezar, ya que la cadena se había salido y por alguna razón no quería volver a entrar. Pero por suerte lo solucioné con ayuda de Tito.

Continuamos la ruta, atravesando la puerta blanca y elegimos uno de los múltiples senderos que había. Así llegamos al mirador de Valpalomero I desde donde hay una maravillosa vista de toda la zona.

 En el mirador de Valpalomero 

Reparando bici de Pica
Como mencioné al principio, nuestro objetivo era el Embalse de El Pardo y llegamos a él, pero no de la manera que queríamos. En un cruce de caminos tuvimos que decidirnos y tomamos el camino equivocado. Así, en lugar de acabar con las bonitas vistas que ofrecería el embalse, acabamos con las del cementerio de El Pardo. Durante este camino sufrimos algunos percances, José estaba preocupado porque su bici no frenaba lo suficiente y Pica tenía problemas con su rueda que con el traqueteo del terreno se torcía y rozaba con la bici lo que le frenaba en exceso. Tras varios arreglos, ambos problemas quedaron solucionados.


Tras la pequeña decepción de no ver el embalse nos acercamos al río, a falta de pan... Bordeamos el cauce por un sendero, pero a los pocos metros se acabó en la misma orilla del Manzanares. No sé en qué momento, ni cómo surgió la idea, ni por qué alguien dijo " ¿y por qué no lo cruzamos?" Todo empezó con el postureo, como bien calificó José, de hacernos una foto como si hubiéramos cruzado el Manzanares. 

En el río Manzanares
Pero la tentación iba en aumento y el afán aventurero o la inconsciencia o ambas cosas, aun no lo tengo claro, nos hizo cruzar el charco. Tito iba el primero tanteando el terreno seguido por Pica y Miguel. Mientras José y yo hacíamos fotos y grabábamos  por si inmortalizábamos algún video de primera. A medida que Tito y Pica avanzaban por las piedras, crecía la expectación a nuestro alrededor. Varias personas nos miraban atónitas y se quedaron a ver el espectáculo, esperando sin duda algún remojón. 

Aunque Tito intentó reconstruir el camino con piedras no pudo evitar mojarse los pies, al igual que Pica. Asique de perdidos al río terminaron de cruzarlo por el agua, olvidándose de las piedras. Este es el momento de decir que la profundidad en este tramo es de apenas 15cm. Visto que era imposible cruzar sin empaparse los pies, Miguel tomó la decisión más acertada en mi opinión (aquí hay controversias dentro del grupo) de cruzar descalzo. ¿Se congeló los pies? Sí. ¿Sus maldiciones se oían desde el otro lado del monte? Puede ser (las de José también y llevaba las deportivas) Pero mientras los demás continuamos el camino con los pies húmedos, él los llevaba secos y eso no tiene precio.

Cruzando el río Manzanares
Llegamos a El Pardo para comer y como empieza a ser ya una costumbre, tras llenar el estómago, se levantó un viento bastante frío. Para que no nos ocurriera lo mismo que en la etapa de Manzanares el Real, comenzamos rápido la vuelta. Pero no iba a ser tan fácil. En el tramo que mejor ritmo llevábamos, menor dificultad había y nos veíamos en casa poco tiempo, pinché.  Suerte que Miguel llevaba cámara de repuesto y no tuvimos que parchear, hecho que nos hubiera llevado más tiempo. Pero aún faltaba lo peor, faltaba que ocurriera lo que ha dado título a este post.

Tras llegar al centro deportivo hockey Somontes, tuvimos que cruzar la carretera de El Pardo, ya que como descubrimos durante el recorrido muchos caminos acaban en verjas y muros o en su defecto en el Manzanares. A partir de aquí comienzan nuevamente algunas subidas potentes, pero las íbamos pasando. El sol empezaba a descender rápidamente y no queríamos quedarnos a oscuras en mitad del monte pero entonces ocurrió. Nada más cruzar la M-40 la cadena de Pica no pudo más y se partió. He de reconocer que en ese momento me reí, ¿Qué más podía pasarnos en un día?

Buscamos sin éxito el eslabón de la cadena que había saltado. Tito tenía uno de repuesto, pero sin troncha cadenas no había nada que hacer. Cada vez había menos luz así que tuvimos que abandonar a Pica a su suerte... jajaja. Es broma. Continuamos  a pie lo que quedaba de camino, tan solo subíamos a la bici en los descensos para avanzar. Al final llegamos al muro cómo he dicho antes y por suerte encontramos una apertura que nos devolvió a la civilización.

Dificultad: 3,2 sobre 5

Mario Valera





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