Hay una
canción de Alamedadosoulna que dice: “No por mucho madrugar, amaneces
desayunado”. Aunque esto no tiene nada que ver con lo que me dispongo a narrar,
no quería pasar la oportunidad de compartirlo con vosotros lectores. Ahora sí,
y sin más dilación, paso a relatar mi experiencia durante nuestra última ruta
Madrid-Majadahonda. Y viceversa, claro.
Si bien
antes de comenzar esta nueva aventura de Kilómetros de bicicleta pensaba que
hablaría de los estragos de la Navidad, de los polvorones bajando todavía hacia
los talones o demás tópicos de nuevo año, lo ocurrido el pasado sábado hizo que
los renglones de mi pluma (sí, soy un clásico) se guiaran por un cauce mucho
más diferente. Pero vayamos poco a poco, porque primero hay que contar las
sensaciones previas, los preliminares.
Trayecto desde P. Pío a Majadahonda. |
Concluida
la feliz época de festejos, regalos y reuniones familiares, tocaba ya por fin
regresar a la rutina, a las jornadas sabatinas de entrenamiento, a la conquista
de nuevos parajes más allá de la asfixiante urbe. No quiero pasar por alto que
mis compañeros ya se habían subido a las bicicletas el pasado fin de semana
para ir hasta Aranjuez, ruta que espero se repita antes de embarcarnos en el
anhelado Camino de Santiago. Pero yo llegaba aquí ansioso de estrenar el año,
feliz como un niño con zapatos nuevos por disponer ya de mi recién reparado
velocípedo(vulgarmente llamada bicicleta, como diría un buen señor cuyo nombre
no recuerdo en la gran “La vida es bella”)
Junto a la Casa de Campo me esperaban Jose y Tito, mientras que Mario causaba
baja por primera vez desde que comenzáramos los entrenamientos allá por el mes
de octubre. Tampoco estaba Miguel, que…bueno tú Miguel si estás leyendo esto,
decirte que puedes volver cuando quieras, te echamos de menos. Una vez ya
reunidos, nos apretamos las polainas(realmente eran zapatillas de deporte normales, pero
ahora que lo escribo me entran ganas de comprarme unas) y pusimos rumbo a
nuestro destino. Comenzamos pedaleando con suavidad, mientras charlábamos sobre
nuestras cosas y disfrutábamos de la apacible temperatura. Pero, sobre todo, se
debía a que no sabíamos muy bien el camino. Tanto es así, que hubo unas
primeras vacilaciones sobre qué dirección escoger, pero gracias al buen olfato
del siempre orientado Tito Navas, avanzamos los primeros kilómetros sin mayores
complicaciones. Poco a poco nos fuimos desperezando y subiendo la marcha. El
trazado no era muy propenso para una fluida circulación, pero aun así, nos
adaptamos sin problemas e, incluso, sacábamos tiempo para detenernos, tirarnos
por alguna rampa y gozar al estilo de Piraña, Javi, Tito y los demás miembros
de la panda del amigable Chanquete.
Sobrepasaríamos
los dieciséis kilómetros(esta vez ninguno de nosotros llevaba cuentakilómetros)
cuando dejamos atrás Aravaca y entramos, de esa manera, en Pozuelo. Fue ahí
cuando el destino, el karma, el hermano amargado de Dios, o vete tú a saber
que, nos iba a enseñar su ofensivo dedo corazón. Otra vez, para variar. Y es
que ya que el carácter de nuestra empresa era más relajado que en otros días,
decidimos detenernos en el Decathlon para ojear algunos de esos artículos que
sabes que nunca comprarás, pero te hace parecer interesante si los miras, y más
si vas enfundado en ropa deportiva, tal y como íbamos nosotros. Tras unos
minutos recorriendo los largos pasillos, rodeados de las alegres(y no tan
alegres) familias que optan por pasar la mañana del sábado aprovisionando a sus
retoños, regresamos ya a las bicicletas. Sin comprar nada, para nuestra
desgracia posterior.
De vuelta a Madrid. |
Cuando
apenas habíamos recortado unos metros, nos introdujimos en una carretera
urbana, lo que supone la presencia de varios coches, y que provocó que
incrementásemos la velocidad con la intención de pasar ese tramo cuanto antes.
Fue ahí cuando la cadena de mi bicicleta tomó la determinación de partirse,
intuyendo lo que parecía iba a ser el punto final de mi recorrido por aquel
día. Nos detuvimos a tratar de repararla, descubriendo que habían sido los dos
eslabones prácticamente nuevos los causantes del cese temporal de la
convivencia de mi cadena. Tratamos de solventar el problema entre los tres.
Echamos en falta entonces a Mario y su tronchacadenas(que dicho a si puede
sonar guarro, pero no) Resignados y cabizbajos andamos en busca de la parada de
tren que debería haberme llevado de regreso a casa, donde hubiera llorado y
pataleado de humillación. Pero cuando ya oteábamos en la lejanía la parada de
Cercanías de Majadahonda, nos topamos con un cartel, que erigido en lo alto, envuelto
en un halo resplandeciente(así lo recuerdo yo ahora) nos ofrecía una nueva
esperanza. A nosotros, los pobres descarriados. “OTRO DECATHLON”, así anunciaba
el cartel. Y entonces, Jose y Tito, en un ejercicio de solidaridad, se lanzaron
a recorrer los cuatro kilómetros que nos separaban de aquella tienda deportiva que
metaforizaba nuestra tierra prometida, mientras yo me quedaba allí
reflexionando en soledad sobre lo ocurrido(aunque al final terminara mirando un
punto fijo durante unos cuarenta y cinco minutos)
Regresaron,
pero como jamás habrá paz para los motivados, como bien reza el título de este
post, no había tronchacadenas, por lo que tuvimos que conformarnos con dos
provisionales eslabones, que bastarían para completar el camino de vuelta. No
fue fácil engancharlos, a pesar de la ilusionante promesa de “cerrar con
facilidad” con la que son promocionados. A pesar de todo, espoleamos de nuevo
nuestras bicicletas, deshicimos el camino, y llegamos sanos y salvos a Madrid
cuando la luna ya se reflejaba sobre el río Manzanares(mi toque poético)
En
definitiva, fueron casi treinta kilómetros, que podían habernos llevado
muchísimo menos tiempo del que nos llevó de no ser por las inclemencias de la
fortuna. Pero a pesar de eso, se trata de una ruta recomendable, siempre y cuando
se tenga bien estudiado el camino. Y, más importante, no se tenga echada encima
la cruz de la mala suerte. Y además, según Tito, fue el mejor camino de vuelta
que hemos hecho hasta la fecha. Y yo lo que dice Tito, me lo tatúo a fuego en
la rabadilla.
Madrid-Majadahonda, 11 de enero de 2014. Cada vez menos para El Camino de Santiago
Dificultad:
1’5 sobre 5
Antonio Picazo "Pica"
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